El señor punto estaba muy triste porque los niños no le hacían caso.
Cuando leían, no se paraban a verlo. Terminaban de escribir oraciones y
no lo ponían. Sus amigas las letras decidieron que, para que todos se
dieran cuenta de lo importante que era el señor Punto, cada vez que
ellas lo vieran, se pondrían de pie para saludarlo. Desde entonces los
niños ya no se despistan, y el señor Punto es muy feliz.
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